Se llama Daniel Cabrera, tiene 9 años y vive en Mandaue, Filipinas. Hasta hace tres semanas era un ser humano prácticamente anónimo. Pero una joven llamada Joyce Torrefranca le fotografió mientras estudiaba a la luz de un McDonald's y compartió la imagen en Facebook, viendo en ella un inspirador retrato de la lucha por una meta.
Felizmente, la reacción global no se ha limitado a difundir la foto del niño y aplaudir su empeño. Cuando la imagen comenzó a adquirir notoriedad en Internet, un medio de comunicación filipino decidió emprender la búsqueda del protagonista. Lo encontraron en una tienda próxima al lugar donde fue tomada la fotografía. Su madre, Christina, trabaja en ese local. Pero desde que un incendió quemó su humilde vivienda hace cinco años, Daniel vive allí junto a ella y sus dos hermanos. No tienen otro sitio al que llamar hogar.
El salario de Christina, de 42 años, es de tan sólo 80 pesos diarios ($1.40); y para alimentar a sus pequeños busca empleos complementarios, como empleada de hogar o vendiendo caramelos y cigarrillos en la calle. El dinero que reúne no le alcanza para afrontar un alquiler, de modo que su familia pasa las noches en la tienda en la que trabaja. Pero pese a las dificultades, Daniel es un estudiante trabajador y entusiasta. «Insiste en ir a la escuela incluso cuando no tengo dinero que darle para el almuerzo. Me dice: mamá, no quiero ser pobre, quiero alcanzar mis sueños».
La incansable dedicación del crío ha encontrado justo premio después de que su foto se hiciese viral. Un político llamado Samuel Pagdilao ha concedido a Daniel una beca para sus estudios. Desde distintos rincones de su país y el extranjero han llegado más donativos, regalos y gestos de apoyo para toda la familia. Christina todavía no puede creer que una foto colgada en Facebook pueda suponer una diferencia tan grande para los suyos, pero por encima de todo se declara agradecida y feliz. «Podremos ayudar a Daniel a alcanzar sus sueños», celebra.
Inocentemente ajeno al revuelo que ha armado, el pequeño héroe continúa concentrado en sus estudios, aunque ya sin recurrir a la luz de un establecimiento comercial para finalizar sus tareas. Entre los obsequios que ha recibido hay una lámpara de lectura y uniformes para la escuela. En una entrevista en una radio filipina, Daniel Cabrera ha confesado su vocación de policía. «Quiero ayudar a mi país», explica. Tal vez no lo sepa, pero con su ejemplo ya ha ayudado a cientos de personas en todo el planeta.