¡Vamos al grano! ¿Que espera el país de las elecciones del 6 de diciembre? A escaso mes y medio de la contienda se vislumbran varios escenarios que valdría la pena señalar.
La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) nuevamente abusa del triunfalismo, porque aparentemente correlaciona el colosal rechazo al chavismo con el proporcional incremento del número de votantes en su favor. Un reparto arbitrario, sin duda, pues el rechazo a la oposición política constituida no se puede desestimar si hablamos de cifras.
La MUD no puede olvidar que de los 167 diputados a elegir en 90 circunscripciones electorales (incluyendo las tres uninominales indígenas), tenemos a 51 diputados lista (postulados por los partidos políticos en una lista bloqueada y cerrada, utilizando para ello el principio de representación proporcional) y 116 diputados nominales (resultará electo el que obtenga la mayoría relativa de votos una vez haya postulado su nombre y apellido).
Teniendo en cuenta que así se conformará la Asamblea Nacional, se presentan los siguientes escenarios.
Escenario 1
Ganar las 2/3 partes de la Asamblea Nacional, lo que en efecto pretende la oposición política, está lejos de ser una realidad, en primer lugar por la dinámica del método de D’Hondt que sirve para calcular la representación proporcional de los diputados de lista; en segundo lugar por la abstención que asoma la desafección política. No obstante, logar esta mayoría calificada sería el único triunfo posible de la oposición en las próximas elecciones.
Me refiero a 111 potenciales curules que sólo podrían obtenerse con una masificación del sufragio para doblar en votos al chavismo en la mayoría de las dependencias federales y con ello establecer un poder real de configuración gubernamental que iría desde revocar cargos y magistraturas, someter a referendo proyectos de ley, admitir proyectos de leyes orgánicas, remover magistrados del TSJ, designar el titular del poder ciudadano, y por si fuera poco, nombrar y configurar al Consejo Nacional Electoral (Art. 72, 73, 203, 265, 279, 296 de la Constitución Nacional) Este escenario podría lograrse con un aproximado de 76% de asistencia a las urnas, porcentaje que difícilmente se corresponde con el ensayo electoral de las primarias MUDistas y en otras lecturas estadísticas.
Esto quiere decir que hay mucho trabajo por hacer si la idea es persuadir y motivar al electorado para elevar la intensión del voto que no tiene correlación significativa a nivel electoral con el rechazo generalizado al chavismo.
El escenario 2
Consiste en lograr la mayoría calificada de 3/5 partes de la Asamblea Nacional, lo que sin dudas es más probable, pues me refiero a 100 diputados opositores que a través de dicha mayoría estarán en posición de remover ministros y establecer mociones de censura y remoción del vicepresidente de la Republica (cuya periodicidad, por cierto, puede llevar a la disolución de la Asamblea Nacional por orden del Presidente de la Republica) (Art. 240 y 246 de la Constitución Nacional). Como se puede ver, las 3/5 partes no son suficientes para estrangular políticamente al chavismo y no representan una inclinación de la balanza de la fuente real de poder en el país.
El escenario 3
Es la obtención de la mayoría absoluta (50% +1 u 84 diputados oposicionistas) lo que facultaría a dichos diputados a aprobar leyes, conformar mayorías en las comisiones permanentes de la Asamblea Nacional, declarar falta absoluta del presidente, así como otorgar o negarle el permiso de salida del país (Art. 214, 234 y 235 de la Constitución Nacional) en adición a las decisiones convencionales y revocatorias estipuladas por el Reglamento Interior y de Debates de la Asamblea Nacional en sus correspondientes Artículos 89 y 90.
El problema
Hay que estar de acuerdo en que, de lograr las 2/3 partes de la AN, la oposición obtendría automáticamente las 3/5 partes y la mayoría absoluta. Pero, de no logar esta meta, el problema se intensifica. ¿Por que razón?
Razón 1
Las 3/5 partes no son significativas a nivel estructural del Estado y de ser este el resultado electoral, la oposición tendría que negociar con el chavismo dentro de la Asamblea Nacional para poder maniobrar en el hemiciclo para enfrentar una dura realidad nacional que se degrada paulatinamente, lo cual es un infortunio dada la desigualdad de condiciones para establecer dicha negociación que, valga especular, eventualmente tocaría a la figura del Presidente de la Asamblea.
Razón 2
Por otra parte, ganar la mitad de la Asamblea por cinco o seis diputados (sin obtener mayorías calificadas) sería una catástrofe electoral, pues los diputados tienen precio, y el chavismo maneja los recursos del Estado. Las inhabilitaciones políticas masivas tienen un propósito y es el de optar por la posibilidad de comprar diputados suplentes, algo de lo que la oposición no se ha ocupado en absoluto pues esta posibilidad sencillamente se escapa de sus manos.
Ejemplo de esto es el caso de Ricardo Sánchez, quien fuera diputado suplente nada más y nada menos que de María Corina Machado. Este último escenario sería catastrófico para el país, en primer lugar porque el chavismo perdiendo, gana. Gana porque comprando diputados sigue manipulando la Asamblea Nacional y obtiene legitimidad interna y en el extranjero.
A esto, podemos sumar el ‘gerrymandering’ chavista, la manipulación de las proyecciones poblacionales, la amenaza de los colectivos armados y, por si fuera poco, el reciente firmazo por la paz, que es otra infame estrategia para justificar el fraude. ¿Cómo? Muy sencillo. El chavismo sufre fugas masivas de militantes y simpatizantes, pero aún controla el Estado y por ende a sus empleados. De esta manera los firmantes por la paz, coaccionados y obligados por el chavismo, estarían dejando asentado un compromiso electoral que al momento de inflar sus cifras con votación fantasma será evidencia física de un compromiso nominal, mágicamente convertido en sufragios al momento del escrutinio.
Dicho esto, ¿quién podrá cuestionar estas cifras si la lealtad de los firmantes es evidencia (falsa aunque no descartable) de los votos añadidos a discreción por los oficialistas, teniendo de cómplices al CNE y a los observadores electorales comprados por Elías Jaua en Uruguay y el resto de América Latina?
Quisiera advertir que este artículo no tiene por objetivo desestimular la votación. He insistido en que el voto es un mecanismo democrático que si bien es eficiente para generar representación a nivel institucional, pierde relevancia al momento de controlar los procesos y las decisiones públicas, y por ello votar y no cuidar el voto (o no participar activamente en los destinos de nuestras comunidades como actividad política complementaria) es sencillamente perder el tiempo (lo que en efecto ha estado pasando en Venezuela).
Por otra parte, sería inapropiado calificar mi disertación como un intento de justificar a aquellos ciudadanos que, desencantados de la política en general no saldrán a votar el 6D, pues no puede estar más que claro que la razón de este fenómeno abstencionista tiene más que ver con el rechazo a las candidaturas mediocres y propuestas acéfalas que con pronósticos y análisis científicos con aparente carácter disuasivo, lo cual podría evidenciarse con facilidad, de integrar la opción del voto en blanco en el tarjetón electoral.
Asimismo, quiero terminar elucidando, con toda responsabilidad, que el éxito o fracaso (relativos) de los próximos comicios se reparte de manera casi equitativa entre el chavismo y la oposición, que desorganizada y voraz, una vez más, podría terminar en el cadalso político, gracias a su irreflexión y hermetismo.
Filipp Rodríguez Loginova | Agencias