Dra Yvi Rodriguez Prieto
Desde un punto de vista médico, una huelga de hambre puede eliminar la actividad total de un organismo humano en un tiempo comprendido entre quince días y un mes, según las reservas energéticas de que disponga cada organismo.
Si de la huelga de hambre no se excluye el agua, la muerte tardará solo unas cuantas semanas en llegar. Y si se le suministran alimentos por procedimientos médicos (normalmente paraenterales) el organismo puede vivir unos dos meses.
El agua, durante una huelga de hambre, evita que la muerte se produzca por deshidratación al ser necesaria hasta para las funciones respiratorias.
A los cinco días de iniciada una huelga de hambre empiezan a dañarse dos órganos claves: riñones e hígado. A partir de la primera semana comienza la degradación del sistema circulatorio. La acidosis (descenso del ph de la sangre) empieza a dificultar las funciones del corazón. La acidosis en sí generalmente causa respiración rápida. También se puede presentar confusión o letargo. La acidosis metabólica grave puede llevar a shock y a la muerte.
A partir de los veinte días esta insuficiencia puede producir paros cardíacos. El cerebro empieza a perder parte de sus funciones vitales. Como este órgano no puede funcionar si no es con una aportación de glúcidos, y aunque al cabo de los primeros ocho días existe ya una adaptación del cerebro que reduce el consumo de proteínas para utilizar en su lugar las sustancias que fabrica el hígado a partir de las grasas, la pérdida de sus funciones vitales se hace patente a partir de la tercera semana.
Empiezan a hacerse ostensibles los mareos, pérdidas de memoria y de visión y fuertes sensaciones de vértigo.
Al no ingerir alimentos el hígado se ve forzado a trabajar a tope produciendo unas sustancias -los cuerpos cetónicos- que intentan sustituir la función de las proteínas en el funcionamiento de los órganos vitales.
Los cuerpos cetónicos son compuestos químicos producidos por cetogénesis en las mitocondrias de las células del hígado. Su función es solo suministrar energía al corazón y al cerebro en ciertas situaciones excepcionales.
Se calcula que unas mil calorías constituyen una reserva energética para doce horas y que el cerebro consume 150 gramos de glúcidos en una semana, que generalmente no se tienen como reserva en un organismo
Estos cuerpos cetónicos explican el mal olor del aliento y de la orina en las personas en huelga de hambre.
El deterioro completo de las grasas del organismo humano se puede realizar en menos de cincuenta días en una persona que pese setenta kilos (si esta persona es mujer la destrucción total de los tejidos adiposos puede durar una o dos semanas más, dado que tienen mayor número de tejidos de esta índole).
El tejido adiposo es lo que conocemos popularmente como grasa corporal, es decir, un tejido compuesto de unas células llamadas adipocitos donde se almacena la energía en forma de grasa. Además de servir como almacén de energía, también sirve para aislar el cuerpo y proteger los órganos, así como para producir hormonas importantes en la regulación del apetito, al propiciarse su destruccion, la produccion de hormonas naturales del cuerpo se verá reducida, llevando al individuo a una disminución de la tasa metabólica y debilidad extrema.
A partir de este tope, lo normal -salvo casos realmente excepcionales- es la inmovilidad absoluta y la pérdida del conocimiento, para entrar posteriormente en estado de coma. La muerte por inanición se produce en días, y generalmente es por causa del no funcionamiento del cerebro o por fallo cardíaco.
Hasta la fecha la mayoría de los huelguistas de hambre han sido recuperados desde un punto de vista clínico.
Si la huelga de hambre prolongada no daña gravemente a alguno de los órganos vitales (cerebro, corazón, hígado) la recuperación total es posible. Durante los primeros días es muy lenta y la alimentación se hace a través de sondas e inyecciones. Estos alimentos son líquidos.
Al cabo de unos meses el funcionamiento del organismo puede llegar a ser normal, con sólo trastornos, crónicos o no, en el aparato digestivo.