Detrás de un presidente, tirano o simplemente quien lleva las riendas de un país, para bien o para mal, hay una mujer. Muchos no sabían quién era Bashar al Assad hasta que por el mundo se esparcieron las fotos de niños muertos por el ataque de armas químicas.
Y más desconcertante es la mujer que está detrás del presunto responsable: es refinada, londinense, ama las joyas, el buen vivir, viste y calza las mejores marcas. Dicen que copia a la fallecida princesa Diana y que su sueño también era ser princesa.
Hoy, esta mujer de apenas 36 años, que lleva una década en el poder en Damasco, es una de las figuras más cuestionadas del régimen. Sus críticos se quejan de lo poco que, al parecer, está haciendo para ayudar a las víctimas del brutal régimen de su esposo. Los otros dicen que, como primera dama, su poder de injerencia es mínimo, o nulo. Algunos hasta se atreven a arriesgar que Asma es una víctima más, que no tiene escapatoria.
Una serie de e-mails filtrados a medios occidentales mostró otra faceta, más inesperada quizá. La primera dama siria aparece allí como una mujer frívola, desinteresada de los dramas de su pueblo y más inquieta por obtener, por ejemplo, una copia de la última película de Harry Potter. En otros muestra su avidez por las compras online, de joyería cara, piezas de arte y muebles de negocios exclusivos en Londres. El 3 de febrero pasado, mientras se denunciaba la muerte de unos 200 rebeldes en Homs, Asma le preguntó a una amiga si debería reservar unos zapatos Christian Louboutin de 7.000 dólares.
Según algunos, el encuentro entre Asma y el actual presidente sirio no fue casual. Los Akhras viajaban frecuentemente a Siria, a visitar a familiares, amigos y conocidos, entre los que se encontraban los Al-Assad.
La relación entre Asma y Bashar (10 años mayor que ella) se mantuvo en estricto secreto. El estaba en Londres y no tenía ningún apuro. Pero hacia mediados del año 2000, el padre de Bashar murió y Bashar tomó la presidencia. Asma se mudó a Damasco y se casaron, casi en secreto.
La imagen de una Asma de 26 años estaba cuidada al detalle. Desde las "occidentalizadas" faldas arriba de la rodilla, el pelo corto, al estilo europeo continental, su esbeltísima figura, los almuerzos en el Eliseo.
La señora de Al-Assad jugó su papel. Entró al poder con todo lo que tenía. Organizó festivales de arte, creó fundaciones y organizaciones sin fines de lucro, comenzó a promover temas de educación para las mujeres y discapacitados.
Pero de pronto, las historias sobre las virtudes de la pareja con más poder en Siria comenzaron a desaparecer y en su lugar, aparecieron las denuncias de asesinatos por parte del ejército leal al Bashar al-Assad. Con el paso de las semanas y los meses, la ciudad de Homs se convirtió en una de las zonas más sangrientas del planeta. Y Asma, progresivamente, desapareció de las pantallas. Desde el comienzo de los enfrentamientos, se la vio en contadas ocasiones acompañando a su marido en actos oficiales, junto con sus tres hijos, o sola.
Periodistas y analistas en cada rincón del planeta hoy coinciden en que Asma al-Assad es un misterio, que no es lo que el mundo espera de la esposa de un dictador árabe, aunque no aclaran qué es lo que el mundo espera de la esposa de un dictador, de cualquier parte.