Floyd Mayweather venció a Conor McGregor por nocaut técnico

Floyd Mayweather le ganó por nocaut técnico en el décimo round a Conor McGregor

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En su vuelta, el boxeador norteamericano le ganó por nocaut técnico al peleador irlandés de MMA y alcanzó las 50 victorias sin derrotas.

Un show. Un circo. Todo arreglado, se oyó desde que se confirmó el choque entre ambos y las preguntas y afirmaciones se expandieron entre los fanáticos de una y otra disciplina.

¿Se van a perder tantos minutos de publicidad entre round y round?, ¿Vos creés que Mayweather arriesgará su invicto ante un no boxeador?, eran algunas de las frases que se escuchaban antes del choque desde todos ángulos por parte de los más incrédulos.

Pero las especulaciones pasaron a un segundo plano cuando sonó la campana en la noche del sábado en el T-Mobile Arena de Las Vegas, y las incógnitas se develaron de la manera más lógica: el púgil norteamericano se impuso al peleador irlandés por nocaut técnico en el décimo asalto.

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Así el multicampeón estadounidense, que dejó atrás una inactividad de casi dos años, llegó al récord de 50 peleas ganadas de manera profesional y ninguna derrota, superando la marca que empardaba con el mítico Rocky Marciano.

El plan fue claro para Money: ver qué tenía su contra, probar el poder de la pegada del irlandés y después atacar de manera frontal. Fue así que McGregor sólo pudo encontrar el ritmo en los tres primeros asaltos, cuando lo dejó el norteamericano.

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Ya se dijo en la previa: las guardias y distancias entre el boxeo y las MMA son diferentes, por lo que el de UFC debía adaptarse a eso, tarea nada fácil. Tras cinco asaltos parejos, el ahora invicto en cincuenta peleas empezó a encontrar la distancia, se mostró más rápido y conectó los mejores golpes.

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McGregor se cansó a partir del séptimo y ya no fue un duelo parejo. Debió recurrir a trabar el combate para descansar cuando podía. Floyd no le dejaba y el reto físico le pasó factura. Ya en el noveno asalto corrió peligro de caída, pero la guapeza del europeo pudo más. En el décimo, el juez Robert Byrd se apiadó y paró el castigo.