Un creciente número de emprendedores ha intentado en años recientes autofinanciar sus propias empresas, empezando con muy poco capital y evitando deliberadamente a los inversionistas externos.
Pero a medida que la economía mejora, los emprendedores que dependen únicamente de su patrimonio personal —y las utilidades de sus empresas— para financiar nuevos proyectos están empezando a comprender la desventaja de esa estrategia. Si de pronto necesitan capital de inversionistas para contratar personal, expandirse y mantenerse al ritmo de la demanda, normalmente no cuentan con los contactos para abrir las puertas necesarias.
La financiación con los recursos a mano, conocida en inglés por el término bootstrapping, es mucho más popular entre los emprendedores que recibir capital de inversionistas externos.
En julio de 2014, más de 25% de las pequeñas empresas no contaban con financiación de fuentes externes, un alza frente a 16% cuando la economía empezó a recuperarse en julio de 2009, según una encuesta de la Asociación Nacional de Pequeñas Empresas de Estados Unidos. Sólo 2% vendió participaciones a inversionistas, frente a 1% hace cinco años. Los datos más recientes del grupo del sector provienen de una encuesta de 1.252 empresas con menos de 500 empleados.
Últimamente, a medida que la economía cobra fuerza, la demanda ha estado creciendo con una rapidez mayor que la esperada por muchas startups. Esto puede llevar a una escasez de capital de trabajo, lo que las podría incapacitar de “pagar sus facturas”, según Craig Everett, director del proyecto de mercados de capital privados de la Universidad de Pepperdine.
Una encuesta de finales del año pasado entre fundadores y presidentes ejecutivos de 460 startups autofinanciadas, ilustra el riesgo: 42% identificó la “falta de capital” como su mayor obstáculo para el crecimiento, un alza frente a alrededor de 35% el año pasado, según Mainsail Partners, una empresa de capital privado de San Francisco que trabaja principalmente con empresas autofinanciadas.
Un ejemplo es Ken Deckinger, que hasta hace poco había evitado recurrir a inversionistas externos para Jess Meet Ken, su incipiente servicio en línea para gestionar citas. Desde que fundó la empresa hace alrededor de un año, ha inyectado más de US$100.000 de sus ahorros personales en el negocio.
Su sitio web ahora cuenta con alrededor de 10.000 usuarios, mujeres que pagan cuotas mensuales de entre US$9 y US$23 para que sus amigos les presenten a personas con las que podrían salir.
“Prácticamente nos apuramos para traer esto al mercado”, apuntó Deckinger.
Recientemente, descubrió que necesitaba capital para contratar un ingeniero e intensificar sus esfuerzos de marketing. Se ha reunido con docenas de inversionistas en las últimas tres semanas, en busca de recaudar fondos para su negocio. “Encontrar inversionistas ha sido un proceso lento”, afirmó.
Como regla general, los emprendedores que financian sus empresas con ganancias retenidas, en lugar de capital externo, son más propensos a estar en sintonía con el flujo de caja y otros asuntos financieros, indicó Katia Beauchamp, cofundadora de la empresa de venta de cosméticos Birchbox Inc.
Beauchamp y la otra cofundadora esperaron un año tras lanzar su negocio en 2010 antes de salir a buscar inversionistas externos.
“Estábamos sumamente enfocados en cada dólar que gastábamos”, expresó. “Sabíamos exactamente qué hacer con el capital tras recaudarlo”.
Con el tiempo, sin embargo, se percataron de que las startups que no están cortejando a inversionistas pueden terminar con un estigma. “El mundo de las startups valora mucho la captación de dinero”, señaló. “La gente cree que si uno no está captando capital, no está creciendo”.
Los inversionistas que financian a una startup en la etapa “semilla”, la más inicial de su existencia, pueden abrir las puertas a inversionistas de capital de riesgo en el futuro. Esos inversionistas iniciales a menudo tienen un incentivo financiero para ayudar a estas empresas a crecer con inversionistas más grandes que inyecten capital en siguientes rondas de financiación.
Sin embargo, los emprendedores que autofinanciaron sus empresas normalmente enfrentan la realidad de que no tienen a nadie que los pueda presentar al mundo del capital de riesgo.
Una vez que están listos para acercarse a los inversionistas de riesgo, podrían “tener dificultades con determinar si están haciendo bien su propuesta”, dijo Eric Ries, un emprendedor de Silicon Valley y autor de The Lean Startup (algo así como La startup delgada).
Bernard Schroeder, director de programas en el Centro Lavin de Emprendimiento de la Universidad del Estado de San Diego, aconseja a las startups a retener sus acciones hasta que puedan mostrar a los inversionistas un historial de ventas y crecimiento. Eso las coloca “en una posición para obtener un acuerdo mucho mejor en el futuro”, apuntó. Las startups que no están recibiendo la atención de los inversionistas “o no están listas aún para vender acciones o simplemente no han probado su modelo”, agregó.
Ries está de acuerdo pero añade que esperar demasiado para probar un concepto empresarial con ventas y datos de clientes también puede perjudicar a la empresa nueva. “Los verdaderos inversionistas quieren asumir riesgos” en un negocio que tiene el potencial de despegar, dijo: “No les interesará mucho ver un crecimiento bueno, más no estupendo”.