El castigo máximo quiere ser «ejemplar» y pretende demostrar que el califato terrorista aplica de modo literal la ley penal islámica
El recurso esporádico a la crucifixión por parte de los yihadistas del Estado Islámico (EI) en Siria plantea perplejidad y rechazo en los círculos islamistas mundiales, proclives sin embargo a pasar por alto la crueldad de otros castigos como la decapitación, habitual en Arabia Saudí. El fuerte simbolismo de la crucifixión para un cristiano no implica que existan motivos de odio religioso. De hecho, la mayor parte de las víctimas de las crucifixiones llevadas a cabo y difundidas por el EI son musulmanes, tanto chiíes -la secta rival por antonomasia del EI- como suníes.
Sólo las autoridades del «califato» conocen las razones que determinan en cada caso cuándo un condenado -sea prisionero de guerra o enjuiciado por delitos comunes- es enviado a la cruz, ejecutado fríamente de un tiro, o decapitado. Normalmente, los crucificados son ejecutados antes de ser expuestos durante días en una cruz, un gesto de «clemencia» por parte de los yihadistas que apenas resta sadismo al hecho. En algún caso, reportado por testigos presenciales, el castigo ha sido máximo y el condenado ha sido crucificado vivo, según costumbre en la antigüedad.
La brutal condena a la cruz tiene siempre una dimensión ejemplarizante. Los yihadistas buscan aterrorizar a la población local, al enemigo, y en general a la opinión pública mundial. El Estado Islámico pretende, además, pasar el mensaje de que no le tiembla el pulso a la hora de aplicar, de modo literal, la Sharía, la ley penal islámica. Pese a que la mayor parte de los eruditos niegan que la crucifixión conste entre las medidas de castigo del código musulmán, los radicales pueden recurrir a varios pasajes del Corán donde se hace referencia a esa pena. En particular a la sura 5:33, donde la crucifición es una de las cuatro formas de castigo, para diversos crímenes, recomendada por el profeta Mahoma. En concreto, la reservada para el ladrón que mata a la víctima después de desvalijarla.
Pese al escándalo que provocan las imágenes de crucifixiones, difundidas en internet por el Estado Islámico, la censura explica que se ignoren o pasen por alto las mismas prácticas cuando son realizadas por Estados árabes que se presentan como honorables. En Arabia Saudí no es infrecuente que algunos condenados sean primero decapitados a espada, y después colgados durante tres días a la vista del pùblico. La práctica de la crucifixión ha sido también denunciada en Yemen.