Un columnista pide a Tsipras que, por "decencia", se pegue un tiro en la boca

David Torres dice que el mandatario griego ha pasado de ser un héroe a un alfeñique.

TSIPRAS

La decepción de la izquierda mediática con Tsipras es total. De convertirlo en su héroe, ha pasado a ser un pobre infeliz al que piden que se suicide.

Así de contundente lo dice David Torres, columnista de Público en su artículo Caballo de Troika. Recuerda Torres cuando, "en 1987, en mitad de una rueda de prensa, Budd Dwyer", un político estadounidense, "sacó una Magnum de una bolsa de papel, advirtió a los presentes que lo que venía a continuación podía resultar desagradable y acto seguido se pegó un tiro en el paladar". En su opinión, Tsipras ha elegido como arma "la democracia" para suicidarse.

David Torres no tiene empacho en plagiar a su colega de eldiario.es. Isaac Rosa, que el lunes reconocía ser un "ingenuo" al creer que el primer ministro griego ganaría a la troika y "al final de toda una sucesión de mamporros, persecuciones, encerronas, golpes de efecto y sorpresas, nos esperaba el irresistible happy end". "En nuestra emocionante historia del superhéroe Tsipras, veíamos cómo todo se iba complicando. Pero era el típico clímax de final de película: en el último minuto, cuando todo pareciese perdido, cuando el protagonista estuviese sepultado por escombros y rodeado de llamas, resurgiría y echaría mano del arma secreta, que no sabíamos cuál era pero seguro que la tenía", decía Rosa.

El de Público se ha inspirado en el artículo de Isaac Rosa, por utilizar un eufemismo, y hoy dice que "soy tan ingenuo que esperaba hasta el último momento que Tsipras saliera con un plan B, un arma secreta, un gancho inesperado, igual que aquella noche en Kinshasa cuando Alí dejó que Foreman le tundiera los lomos durante ocho largos asaltos, que se desgastara en esa dura labor de alfarero, para emerger sin aviso de entre las cuerdas y tumbarlo de un puñetazo. Por desgracia, a lo que hemos asistido es a uno de esos combates en que un alfeñique recibe hostias de todos los palos".

Cree el implacable ex fan de Tsipras que "al final de la partida de póker, en el envite decisivo, Tsipras se quedó sin voz, sin hígado y sin agallas". Tras la "claudicación", Tsipras dijo a sus diputados horas antes de la votación decisiva: "Si no votáis a favor de las medidas hoy, me será muy difícil seguir como Primer Ministro". En efecto, será mucho más fácil seguir como títere de Bruselas. Al menos Dwyer, después de hablar, tuvo la decencia de volarse la boca".