A lo largo de toda una década EEUU envió a Irak más de 250.000 soldados que iban a buscar armas de destrucción masiva que no había y conexiones de Saddam Hussein con terroristas que no existían. Uno de los primeros soldados en llegar a Irak fue Tyler Ziegel, un joven de 22 años que se había incorporado a la Armada meses antes de que empezara el conflicto (2003).
Quienes lo conocieron aseguran que era un chico amable, divertido, apegado a su familia y con un humor que de vez en cuando solía teñir de negro. Estas características de su personalidad, sumadas a otras no menos importantes, fueron las que enamoraron perdidamente a Renee Kline un par de años antes de que Ty emprendiera un viaje al otro lado del planeta con el fin de implantar en otras tierras lo que en Washington llaman democracia. Durante esos meses de separación Ty comprendió que su novia era la mujer con quien quería compartir el resto de su vida. Así, aprovechando unas vacaciones durante la guerra y en el día del 18º cumpleaños de Renee, el joven soldado le propuso matrimonio. Por desgracia, en esos días le comunicaron que debía regresar a Irak a cumplir otra misión y los preparativos de la boda tuvieron que aplazarse unos meses hasta su regreso.
La tragedia
Lo que menos se esperaba Ty era que el destino le jugara una mala pasada que lo marcaría por el resto de su vida. Todo ocurrió en diciembre de 2004 cuando él y otros seis infantes estaban patrullando un barrio en la ciudad de al-Waim y un atacante suicida detonó un artefacto explosivo contra el vehículo en el que ellos se encontraban. Ty, que se llevó la peor parte, fue trasladado de urgencias a un centro médico militar en Texas.
El cuerpo del joven soldado nunca volvió a ser el mismo, ni mucho menos su cara. Los médicos se vieron obligados a amputarle el brazo izquierdo hasta la altura del codo; perdió tres dedos de su mano derecha; perdió la vista en un ojo; sus orejas se redujeron a nada quedando solo el orificio de los oídos; perdió la mitad de su nariz y los labios fueron reestablecidos con transplantes de tejido de la ingle. Como si eso fuera poco, el cráneo se vio gravemente afectado, por lo que se le tuvo que implantar una placa artificial a fin de proteger el cerebro y devolverle la forma natural a su cabeza. Lamentablemente, los especialistas nunca fueron capaces de reconstruir su rostro, incluso después de más de 50 intervenciones quirúrgicas.
La boda
A lo largo de los primeros meses que duraron las rigurosas terapias de recuperación su novia se tomó la tarea de cuidarlo, darle de comer con la ayuda de biberones, asearlo y ayudarlo a hacer sus necesidades. No fue nada fácil para ella, ni mucho menos para él. La recuperación de Ty duró más de un año y medio.
Cuando la pareja regresó a Illinois después de una larga recuperación ellos se instalaron en la pequeña casa que él había comprado cuando le propuso matrimonio, mucho antes de la tragedia. Así, el 7 de octubre de 2006, dos meses antes de que ejecutaran en la horca a Saddan Hussein, Tyler Ziegel contrajo matrimonio con Renee Kline, tres años después de haberse comprometido.
Por desgracia, un año después del tan ansiado matrimonio la pareja decidió divorciarse. La razón —según ellos explicaron— fue que se casaron muy rápido y que no llegaron a conocerse lo necesario.
La tragedia después de la tragedia
Ty Ziegel siguió llevando una vida normal, mientras veía, leía y escuchaba como se desarrollaba la guerra en el país que le dejó tantos infortunios. Muchos que siguieron la historia desde lejos se preguntaban cómo reaccionó Ty cuando su país decidió retirar la mayor parte de invasores de Irak (2011) y se enteró de que en ese país, a lo largo casi una década, sus compañeros no pudieron encontrar ni una señal de armas de destrucción masiva ni tampoco demostrar el supuesto apoyo brindado por Hussein al terrorismo, motivos por los que EE.UU. desató la guerra en ese país.
Ty Ziegel falleció el 26 de diciembre de 2012 a causa de una mezcla letal de alcohol y drogas. Su trágica historia es el reflejo del día a día de muchos veteranos de guerra estadounidenses que no dan crédito a lo que sus ojos ven, ni a lo que sus bocas comen, ni a lo que sus venas canalizan. Algunos se sienten engañados por su propio país, ya que fueron enviados a Irak por razones que nunca llegaron a justificarse y ahora viven en las drogas y en espera de una compensación económica que sus bolsillos nunca llegan a percibir.